Tenía esa extraña facultad para quedarse dormida
en su habitación de colores rojizos,
tenía aquellas botas negras que paseaba
por todas las ciudades que pisaba,
tenía un lunar imperceptible escondido
en alguna parte de sus labios,
tenía una playa donde mojar las uñas
pintadas de rojo de sus pies,
tenía una madriguera en la que sumergirse
cada noche y un gato que le sonreía,
tenía esa forma de bailar
que hipnotizaba a todos los hombres y serpientes,
tenía un verano lleno de cafés con hielo,
besos de ceniza y cerveza congelada,
tenía aquellos libros para olvidar
el dolor y pensar en las promesas,
tenía una rayuela para saltar por días
llenos de poemas que hablaban de ella.
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