Van los carnavales de la mano,
musita la misma lluvia por el campus
en un susurro que se escucha
como una canción antigua,
que regresa de otro invierno
y no repite, ni adivina.
Seducen como una primera vez,
como el hálito del primer roce.
El paso de las baquetas temblorosas,
como la vergüenza de dos rodillas jóvenes,
el sístole intermitente del contrabajo
con su arritmia,
los pulmones llenos de años y humo
de dorados saxofones,
las seis cuerdas vocales
sobre las caderas de mujer de una guitarra,
el claro silbido de los labios plateados
en las bocas de los clarinetes.
Seducen como una primera vez
las mismas -y a la vez distintas-
melodías de tu cuerpo,
como la piel de gallina
que repite y adivina
un siempre distinto y mismo jazz.
enamorado estoy de tus escritos
ResponderEliminarSecretísimo.
ResponderEliminarvaya una puta mierda, todo muy gafapasta eso si
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