Desearía estar allí, cerca del mar,
o caminando por aquel pueblecito azul,
lleno de cuestas, que un día imaginaste,
hablarle al cigarro que se posa en tu boca
y me mira con la ceniza sonrojada
tras una cortina de humo, una falda vaquera
y una fina camisa blanca.
Duermes en esa cama de domingo,
desnuda. Yo dormí ahí
en una noche repleta de otoños
donde el licor se mezclaba con París,
donde nuestras espaldas se daban las espaldas,
se leían con la luz del fuego de una vela
nuestros cuerpos
y las canciones rodaban imparables
por nuestras caras.
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