La chica desnuda que comía peces vivos
se queda sin ver el mar,
sin oler el óxido de las vías del tren
una tarde enmascarada de domingo.
Recuerda en su camisa
el sabor de un cuerpo joven,
el perfume de una habitación en llamas
al amanecer de un lunes.
La chica que se pinta las uñas
mira la botella vacía desde su cama,
piensa el dulce néctar amargo
en el borde de sus labios,
en los tendones de su cuello
imagina el verbo crepitar.
"el perfume de un habitación en llamas"
ResponderEliminar¡llamas de mí al leerlo! :)