También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
José Luis Borges
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
José Luis Borges
Aquel río del que nunca habló Heráclito 
cruzó por los puentes de diciembre, 
desojando cuatro manos desconocidas 
en los azules más llenos de tormentas. 
Pasó por las llanuras de enero, 
fugaz como el fugaz trueno de los besos lentos, 
frío como el frío de las sombras extrañas 
escritas en el vaho de la noche. 
Mojó el suelo de las tristezas de febrero 
sorprendiendo por cada una de las canciones 
de unas lenguas que se anudaron con la Gran Vía, 
como el grito que gritaron los primeros versos. 
Se disfrazó de un marzo escrito de autobuses 
y se mojó los pies de agua salada 
que llenó de carnavales todas las ciudades, 
de sangre nuestros cuerpos. 
Mayo se ahogó en su última madrugada, 
se colmó de preguntas y kilómetros 
repletos de miradas y secretos 
dibujados para las paredes de dos habitaciones. 
Junio se empapó de su música y sus moratones, 
se escuchó su paso como el crepitar 
del cigarro que se consumió en tus labios, 
como una ofrenda de saliva. 
En julio desembocó en una ciudad con mar 
y  se durmió con aquel abrazo inédito, 
vio pasar a dos amantes por sus cauces, 
trazó el camino de las vías de los trenes. 
Pasó por agosto como una  tormenta de verano 
que llovió por el olvido de todas las primaveras, 
pero amaneció por playas de aguas cálidas 
y deseos de destinos compartidos. 
Clavó sus torrentes en septiembre 
como la traición de una puñalada por la espalda, 
emborronó todas las rutas con su ácido 
y llenó de copas sucias los andenes. 
Pero se bautizó en una canción francesa por octubre 
donde en una tarde de fotogramas impresos en nostalgia, 
un par de cartas trazaron indefinidas los vagones 
cargados de sabores en café y besos rojos tras rojas cortinas. 
Dejó huella en un noviembre erosionado por la duda, 
su sabor de licor plasmó los ocres y marrones 
del otoño que nos esperó cruzando sus ramas, 
repletas de placer y hojas doradas. 
Aquel río del que nunca habló Heráclito 
es un verso siempre nuevo que recorre nuestras bocas, 
en el sin fin de recortes de recuerdo 
que componen esta canción de aniversario. 
Salvaje. Brutal.
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