miércoles, 26 de enero de 2011

Receta para obsesionarse.


“Ella siempre será lo que yo diga,
me amará como nadie ha amado nunca
y siempre que yo quiera la encontraré esperándome,
feliz, en esta página”
(Miguel d’Ors)




Escoja un cuerpo bello 

que admire en el andén del metro 

o en la cola del supermercado. 

Hágala presumida, 

si la quiere rubia pues rubia, 

si la quiere morena, tíñala. 



Llene su cabeza de ideas alocadas 

y sus cajones de lencería, 

introduzca algo de pasión y poesía, 

también algunas partituras. 

Si la quiere con salero, 

échele un poco de azúcar. 



Póngale una bufanda en invierno 

para que sea su parís en minúsculas, 

en verano haga que arda su mirada, 

que eclipse el sol de cualquier playa. 

Si se la lleva a dormir a casa, 

déjele su mejor camisa. 



Si no es de su gusto o está muy dulce, 

agregue unas gotas de drama 

y algo de insulto inteligente. 

Ahora obsesiónese 

y si por alguna razón desaparece, 

vuelva a leer este poema.

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