Más allá del signo rebuscado de un poema, 
o del seseo de unos versos serpentinos 
arrastrados por los labios y los folios, 
es la búsqueda de tilos y gaviotas 
de invierno lo que hará despertar 
la efímera flor del almendro. 
Ni palabras, ni sonatas en mi menor 
escalan por tu yugular 
sin dormirse con los olores 
del febrero en tu edén secreto, 
tras la tundra caducifolia 
que envuelve tu aura misteriosa.
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