No preguntes qué hora es
porque nunca es tarde para decorarnos los labios,
para que vuelva agosto
con sus piernas desnudas.
Créeme.
No es noviembre el que nos la clava
por la espalda,
ni la vida la que emborrona
de ausencia los poemas.
No es que se acuerden de nosotros las tristezas.
Si oscurece más temprano
es para que nos mojemos antes
entre las sábanas,
para que nos dé tiempo a desayunarnos
antes de ir a trabajar.
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