No son nuestros secretos,
son únicamente mis problemas,
son las pesadillas que me rondan,
como siniestros pretendientes,
por la noche,
otras vidas por las que despierto
con copas de salitre derramándose
en mis ojos,
otras vidas por las que te vas
con cualquier cretino,
no a follártelo en la playa,
sino a jugar al final de la escapada
por mi ciudad prohibida.
Pero eso, al fin y al cabo, simplemente es otra vida,
no es el tacto de la almohada
sobre la que se dilatan mis pupilas,
porque aquí, a este lado,
ya no me abruman ni cretinos, ni ciudades prohibidas,
sino que es tu absurdo juego de madrigueras y secretos
el que me despoja de los sueños,
el laberinto en el que me hallo inmerso
donde ganar es renegar,
donde te sirvo en bandeja
aquel perfume que siempre quisiste oler,
el tufo a placer y decepción
de una última noche,
o de un último poema.
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