Ahora que no tenemos ni apodos,
ni gentilicios, ni gestos, ni adjetivos,
ni desconcierto, ni citas concertadas,
ni palabras que sacan de quicio.
Ahora que no hay ni modo subjuntivo,
ni medias sonrisas, ni carreras
por las medias tintas de un poema,
ni abecedarios, ni gatas fieras.
Ahora que una virtud es un problema,
un posesivo una quimera,
un bar un santuario
donde todas son cualquiera.
Ahora que se burla el calendario
de las líneas de la carretera,
que confundo el esparto con la seda,
que mi corazón huele a gasolinera.
Dime, ahora que tenemos el destino con goteras,
dime, ahora qué nos queda.
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