Escrito a cuatro manos con Marina Alcolea.
Por qué no escribes un verso
y me desnudas con tus palabras
las exprimes, las moldeas, me decoras,
me acaricias lentamente entre metáforas.
Por qué no pules con ellas
aquel lunar que te disgusta,
o me llenas el cuerpo de heridas de guerra,
o me enseñas cómo besar al poeta.
Por qué no me muerdes el alma
hasta que sangre
y me atas a tu verbo,
y lames mi corazón en carne viva.
Quiero aprender la lengua de las musas
para que me vistas de adjetivos,
para darme el lujo de perder los papeles
y aún así no quedar mudo.
Quiero quitarte los escudos,
los pronombres posesivos
quiero convertirte en un poema
escrito en verso libre.
Construirlo a cuatro manos
y que salga de dos bocas,
conjurarlo usando los imperativos,
los plurales, las primeras personas.
Quiero aferrarme a su poesía,
beber de la tinta que tatúa
tu piel en mi memoria
para desgranar así su encaje,
para llenarme las manos
de las paradojas que se extienden
por sus latitudes, para comprender
el giro del engranaje de tus agujas.
Esta noche te dejo fumarme a caladas profundas
llenarte de mi los pulmones,
hacerte entender lo que pienso:
el amor es un suicidio inconsciente.
Esta noche voy a tocar todas tus teclas
para memorizar todos sus sonidos,
para interiorizar el eco de nuestros pesos muertos
colgando de la soga,
o experimentar la música de una hoja de afeitar
vibrándonos por las muñecas.
Escribir
como amar
es atreverse a saltar
al vacío.
Léeme este poema con las manos.
Oblígame entre susurros,
grita como la más puta de las musas,
mírame a los ojos y recita un exquisito:
fóllame.
Sencillamente brillante.
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