sábado, 16 de marzo de 2013

Pregúntame dónde quiero ir



Sácame de la cama. 

Motívame. Llévame a bailar. 

Gírame la cara 

y niégame los labios. 

Afírmame tres veces antes de que 

vuelvan a cantar los gallos. 

Cierra las piernas, 

pero abre los botones de mis camisas 

y espérame en la ducha, 

que yo mientras 

perfumaré con aromas 

de café y tostadas la cocina. 

Guarda una nota en mi maleta, 

cuenta hasta seis 

y rechaza todos los abecedarios antes construidos. 

Pinta mis paredes. 

Quema todos los libros de mis estanterías 

y todo el celuloide de las filmotecas, 

corta la lengua de todas las voces 

que suenan en mis discos, 

porque ellas son las culpables. 

Reza por mí 

y da otro paso en falso, 

que yo caeré contigo 

en una parada de metro equivocada. 

Enséñame a dormir. 

Y si despierto, 

escápate conmigo. 

Pregúntame dónde quiero ir 

y haz como si no me conocieras 

en la terminal del aeropuerto. 

No vuelvas, 

pero no olvides escribirme un código postal 

en la palma de la mano. 

Dirígeme la mirada 

y apártame las palabras, 

que yo las dispondré 

para cimentar poemas o derrocar dictadores, 

para formar ciudades y monedas. 

Manda todas las que te sobren 

en una postal desordenada, 

que yo con ellas construiré historias. 

Oblígame a leértelas. 

Dime: vuelve a la cama, que es tarde.

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