Sentarse y escribir.
Esperar a que llegue algún destello
de esa lavandería en Queens,
o recordar el sonido de los niños
en aquella plaza,
días después de volver a Madrid.
Ser paciente hasta que algo cruce,
como la imagen de dos locos de la mano.
Mirar el móvil, por si acaso has dicho algo.
Te abrazaría.
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