Después de un ejercicio de tristeza,
de ver el esperpento en los bares
y en las noches ese rezumar
de polillas y humo;
después de dejar reposar los huesos,
de limpiar las heridas de la carne.
Después de parir el poema,
resbaladizo y ensangrentado,
de traer desde otro mundo
la masa informe de un poema
que no tiene madre ni padre,
ni boca para amamantarse.
Después de amar a través
de todas esas máquinas nostálgicas,
del sexo triste y las fronteras.
Después, se apagarán las luces,
y poco a poco todo irá muriendo;
incluso el poema.
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