Me gusta la letra y la imagen,
también algunas cosas de las que
se ocupa la muerte.
Me gusta el azar
porque rompe algunos cristales;
pero no juego a los dados,
ni a las cartas,
pues solo verlo desplegarse
por el mundo es suficiente.
Me gusta la belleza,
por poder saborearla
en la serena grandeza del mármol,
en el abecedario que crea
la pirámide del poema,
en el claroscuro de la verdad.
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