No lucharé contra estás nuevas tempestades,
ni volveré a salir a faenar a mar abierto,
ordenaré arriar las velas.
Seré el primero en abandonar el barco,
dejando que las algas pudran el casco,
que el salitre haga su trabajo.
Me alejaré de los cantos de cualquier sirena,
no perseguiré a ninguna muchacha por el muelle,
ni contaré cuántos lunares tiene su vestido.
Esperaré a que el otoño avance,
que los deje caer al suelo
para que los arrastre el viento.
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