Cuando termine este poema
te habrás ido.
Porque sólo estás cuando te escribo,
cuando te pongo aquí, entre estos versos.
Sólo aquí te me apareces
y aquí es donde te hago y te rehago
sólo con cambiar de lugar estas palabras.
Aquí te pongo los zapatitos de charol
o te quito el vestido,
aquí te recojo el pelo, te pinto los ojos
o incluso te pongo aquel pequeño
pendiente de plata que perdiste.
Aquí, en este extraño espacio
donde se sitúa la poesía,
fluyes de mis manos,
y son mis manos las que te decoran
los labios con carmín
o te desabrochan el primer botón
de la camisa.
Son ellas las que deciden
que salgas de mis poemas,
que vuelvas al espacio de los vivos,
sólo con colocar, cuando crean conveniente,
un punto final.
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