Me sacudían las tormentas por sus ojos
y se le desbordaba el Mediterráneo
en las pupilas,
le crecían madres selvas por las zonas
montañosas que construían su iris.
Yo, artesano incauto,
la quería domeñar poniendo presas,
trazando carreteras,
rezando a dioses,
calculando distancias,
haciendo esbozos de catedrales.
Quería cambiar el curso de sus cauces,
tallar sus valles para levantar
centros comerciales.
Tenía hojas de ruta,
coordenadas, sistemas decimales,
navíos capaces de sortear
todos sus glaciares.
Tenía las fórmulas, la alquimia,
pero me faltaba el beneplácito de sus entrañas,
de las garras de sus animales.
Lo que parecía bajo el control
de los números naturales
sucumbía a los terremotos,
a la incisión de sus volcanes.
Y es que, según parece,
no se pueden aprehender las bellezas
con lógicas formales,
ni hacer mapas de sus paraísos.
#joder:
ResponderEliminarY es que, según parece,
no se pueden aprehender las bellezas
con lógicas formales,
ni hacer mapas de sus paraísos.