Ha caído la noche, la siento sobre mí.
No elijo que así sea, no elijo su peso,
su espesor, su frío, no elijo sus nubes,
sus estrellas.
No elijo los ruidos del camión de la basura,
ni el sonido del cascabel de mi gato,
que anda por el pasillo.
No elijo la canción que suena,
la han elegido para mí,
tampoco elijo el vaho de los cristales,
ni los semáforos en verde.
No elijo estos minutos que vienen
antes de que den las tres de la mañana,
ni siquiera puedo elegir
las palabras que construyen este verso.
No te puedo elegir a ti,
no puedo porque no conozco
el mecanismos de los relojes,
ni las constelaciones, ni los perfumes.
No te puedo elegir
porque estás fuera de mí,
al otro lado, indefinida
y yo no te puedo definir.
No te puedo elegir,
porque nadie elige,
porque sé que los libros
ya están ahí antes ser leídos,
ya están ahí incluso antes de escribirlos.
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