Tuve una rubia, una morena,
un reloj vacío de arena
en medio de un desierto,
una gota de vapor de agua
mojada de rabia contenida
en frascos menguantes.
Juegos de manos,
dados de trilero rodando
por sábanas de vino,
un tinto descuido
que se me colgó del cuello,
una noche de gatas.
Cajas llenas de Mediterráneo
guardadas en mi mesilla,
una aspirina caducada
que se curaba del olvido,
un sable, un recuerdo, un cuchillo,
un cheque a nombre de Cupido.
Tuve la miel en los labios,
una cena de perfectos idiotas,
un consejo de tontos
inexpertos en la nada,
tu cabeza, Medusa,
en la entrada rota de un espejo.
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