Mis manos no se olvidan del olor
que tocaron hace ya algún tiempo,
aún pueden ver los ojos con los que miraste
y las líneas negras de sombra.
Ellas te pueden tocar, pero todavía
hablan de trenes y kilómetros.
Incluso en estas noches donde mis ojos
se han pasado todo el día viéndote,
con la brisa de la última madrugada de mayo
te traigo fugaz cuando corro las cortinas
y noto tu cigarro consumirse,
incluso lo saborea mi oscura habitación.
Tú has estado en ella, parece más mía
cuando te recuerdo aquí
después de pisar el suelo mojado
de febrero. Volverás,
volverás como una tormenta
a deshojar mis sábanas con tu fuerza,
a llenarme los bolsillos de preguntas
y a clavarte un poco más en mis entrañas.
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