Este es el perfume que siempre había querido oler.
Y a mí me huelen los sueños a pólvora que arde endiablada
por el cauce seco de las arterias,
a tendones rotos que se desmembran como Ravaillac,
como el camino que hizo su filo por los músculos del rey.
Huelen a huesos quemados que han sido descosidos
de sus carnes fermentadas por unas manos rugosas,
de corteza de árbol muerto, pero expertas
en escalpelos, cisuras y cerillas.
Huelen a azufre que llena poco a poco los pulmones
de ciénagas Estigias sin Carontes,
de Eneas y Virgilios completos de infiernos y tragicomedias,
vacuos de despertar del tormento acompañado.
dentro de la nada
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