lunes, 19 de marzo de 2012

Doce versos para un perfume



Este es el perfume que siempre había querido oler. 

Y a mí me huelen los sueños a pólvora que arde endiablada 

por el cauce seco de las arterias, 

a tendones rotos que se desmembran como Ravaillac, 

como el camino que hizo su filo por los músculos del rey. 

Huelen a huesos quemados que han sido descosidos 

de sus carnes fermentadas por unas manos rugosas, 

de corteza de árbol muerto, pero expertas 

en escalpelos, cisuras y cerillas. 

Huelen a azufre que llena poco a poco los pulmones 

de ciénagas Estigias sin Carontes, 

de Eneas y Virgilios completos de infiernos y tragicomedias, 

vacuos de despertar del tormento acompañado.

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