viernes, 25 de febrero de 2011

Ella I




Como una niña que jamás hubiera roto un plato,

me mira cristalina.

Es una mirada de cariátide, una mirada

de bohemia milenaria

culpable de todas las guerras,

culpable de todos los abriles y de todas las pancartas.



Ahora viene aquí, a sembrar

en mis bolsillos girasoles,

a arrancar de las raíces de mis zapatos

la primavera,

viene a llevarse lo que siempre ha sido suyo.

Me olvida a oscuras desnudo por dentro,

de cintura para abajo.

Deja un rastro de besos en mi frente,

un camino de migas de pan

que erosiona mi cráneo,

hace literatura con el crujido

del esqueleto falto de calcio

que me sostiene.

Me ofrece las palmas de sus manos,

contemplativa,

para que yo las bese

y vea en ellas la línea de la vida que nos queda.



La radiografía de la manzana pudriéndose

conspira en mi estómago,

muestra el tumor del pecado original

con el que mira.

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