Gritan, rugen, calman, como cuchillos
afilados puntiagudos se clavan
en mi corbatín de sabores negros,
en el cielo: el edén de mi sombrero.
Felinos, como bien sabes que son,
no los encuentras ni en otras miradas,
ni en otros versos, solo ahí a la altura
del espejo astuto que los contempla.
De tejado en tejado por la Luna,
grises impúdicos como azulados
adormecidos o incluso mareas
verdes, saltan hasta las almohadas.
Pecas tricolor, quizá uñas de gato
en las cicatrices de los recuerdos,
ligueros marca Lego fragmentados
acordonando el área del cerebro.
Estos son los ojos desde otros ojos,
o la condena a cadena perpetua
de los párpados. Es la perspectiva
de lo real encañonada por lo sublime.