lunes, 30 de junio de 2014

Ultraviolencia

“…se me ocurre
que es agradable estar vivo y hacer la guerra
y el amor y este poema, y que el mundo
bien merece
otra mirada”

Roger Wolfe.





Seguramente tú estés durmiendo.

Yo leo, escribo

y me tiro de los pelos.

Preparo un gin tonic

que nunca es tan ácido

como una madrugada a solas

o el sabor de un coñito

que se ha propuesto que me olvide de ti

durante treinta minutos.

Voy al patio

y escucho algo de música;

pienso que Ultraviolencia puede ser un buen

título para casi cualquier cosa.

Cuando vuelvo a la cocina

me pregunto si la nevera tiene algo que ofrecerme;

soy una bulímica vomitándolo todo

en este poema.


Pero la noche es tranquila;

estoy lejos de los semáforos y del bullicio.

Ya es verano,

pienso en tu piel salada por el mar,

en volver a escribir poemas;

en que, pese a todo,

el mundo bien merece otra mirada.

La noche es tranquila,

nada me impide abrir el balcón

de par en par,

disfrutar de la última madrugada de junio;

dormir, sin pensar demasiado,

antes de que sean las seis de la mañana.

Pienso que Ultraviolencia puede ser un buen

título para casi cualquier cosa,

pero el mundo no es solo un escenario dispuesto

para que nos saquemos las tripas los unos a los otros.

lunes, 23 de junio de 2014

Delincuentes comunes



No tengo ni página en blanco,

ni genoma.

No tengo más que ley seca

en los labios:

abiertos, como la tierra

del desierto de Atacama,

el despacho de aduanas

o el depósito de cadáveres.

No tengo ni pasaporte,

ni huella dactilar,

ni análisis de orina.

No tengo ni firma,

ni prótesis con números de serie,

ni GPSs por carreteras perdidas.

No tengo dramas,

ni alquimias,

ni manos que conviertan

lo que toco en petróleo.

No tengo collar, ni dueño.

No hay brújula,

ni destino,

ni frontera.

Somos ejecutados en los patios

de las cárceles

como delincuentes comunes;

perros de caza heridos,

colgados de los árboles;

reentradas fallidas

en la atmósfera.

Barcos a la deriva.

Somos camas de hospital

con las sábanas recién cambiadas.

La flecha que acaba

en el cráneo

y no en la manzana.