sábado, 30 de marzo de 2013

Carta de ajuste



Ahora que están muertos los veranos, 

no volverán los pájaros que emigran 

y nadie dirá nada por si despiertan 

las semillas dormidas. 

Pero aún sí , los vivos trazarán metáforas 

para construir sus dramas 

y sus semáforos en rojo. 

La cámara seguirá girando 

ante un escenario que diseca 

la lluvia antes de que toque el suelo. 

Nada se sabrá de los hospitales vacíos, 

ni del luto con el que se visten las semanas. 

No se sabrá nada, 

porque nada es lo que se leerá 

en los periódicos de mañana, 

porque la carta de ajuste teñirá 

todos los canales 

hasta que cambien los vientos, 

o se desdibuje el calendario 

antes de que las raíces empiecen, 

desde dentro, a remover la tierra.

jueves, 21 de marzo de 2013

El Fango y la Manzana

Para M.


Quisiera pensar que tu tormento 

es un fiel y amargo reflejo del mío, 

que aquel llanto suena por aquello 

de lo que yo ya me olvide de llorar, 

que la inocente voz que se quiebra 

al otro lado del teléfono 

sólo es el sinónimo de mi odio 

a los carteros. 

Porque esas pastillas 

deberían recorrer antes mi esófago 

que las rutas de tu desconsuelo. 

Y es que estoy seguro de que la pureza 

no debería permanecer 

tanto tiempo en el fango, 

al igual que las manzanas 

nunca deberían pudrirse.

sábado, 16 de marzo de 2013

Pregúntame dónde quiero ir



Sácame de la cama. 

Motívame. Llévame a bailar. 

Gírame la cara 

y niégame los labios. 

Afírmame tres veces antes de que 

vuelvan a cantar los gallos. 

Cierra las piernas, 

pero abre los botones de mis camisas 

y espérame en la ducha, 

que yo mientras 

perfumaré con aromas 

de café y tostadas la cocina. 

Guarda una nota en mi maleta, 

cuenta hasta seis 

y rechaza todos los abecedarios antes construidos. 

Pinta mis paredes. 

Quema todos los libros de mis estanterías 

y todo el celuloide de las filmotecas, 

corta la lengua de todas las voces 

que suenan en mis discos, 

porque ellas son las culpables. 

Reza por mí 

y da otro paso en falso, 

que yo caeré contigo 

en una parada de metro equivocada. 

Enséñame a dormir. 

Y si despierto, 

escápate conmigo. 

Pregúntame dónde quiero ir 

y haz como si no me conocieras 

en la terminal del aeropuerto. 

No vuelvas, 

pero no olvides escribirme un código postal 

en la palma de la mano. 

Dirígeme la mirada 

y apártame las palabras, 

que yo las dispondré 

para cimentar poemas o derrocar dictadores, 

para formar ciudades y monedas. 

Manda todas las que te sobren 

en una postal desordenada, 

que yo con ellas construiré historias. 

Oblígame a leértelas. 

Dime: vuelve a la cama, que es tarde.

sábado, 9 de marzo de 2013

T.R.E.C.

A N. y N., por el impulso para escribirlo.


Cuánto dura la muerte, cuánto se ama la vida 

cuando ese segundo, ese beso inaudito 

en ese bar de mala muerte marca el hito. 

Cuántos semáforos en verde, 

cuántas autopistas vacías, 

cuántos boleros encierra la tristeza, 

cuántos nudos de cereza, 

cuántos desnudos de alegría. 

Cuántas gatas en celo, 

cuántos garitos con chulos de medio pelo 

lucharán por su sonrisa. 

Cuántos precipicios, 

cuántas cornisas acercan los deshielos, 

cuál es el precio a pagar por los veranos, 

cuál es el camino para tocar con los labios 

las bocas que abren las puertas del cielo.