jueves, 31 de mayo de 2012

El píxel es el mejor amigo del hombre del S. XXI



¿Cuántos píxeles 

necesita un soneto 

para no ser el eco 

difuso de un borrón 

en la memoria? 



¿Cuántos puntos de luz 

viajando hasta nuestros 

ojos necesitamos 

para no morir 

de olvido? 



¿Cuántos nos sobran?

domingo, 27 de mayo de 2012

Silencio en un colchón que duerme en el suelo



Huele a París el aire que ya no podré respirar, 

aire que acaba en mayo, donde acaban 

en una última madrugada, los silencios 

de la última noche que tuvimos, 

como la última noche de un condenado 

a muerte que no sabe que va a ser ajusticiado.

sábado, 26 de mayo de 2012

Para acabar con las manos vacías



Para acabar 

con las manos 

vacías, 

sólo es necesario 

cerrarlas 

bien fuerte.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Buenas Noches



Qué fríos 

estos buenas noches

tanto como la carne

de la que, poco a poco, 

va escapando 

la vida.

martes, 22 de mayo de 2012

Las huellas de la auriga




Quizá mañana ya sea tarde 

y mueran todos los carteros, 

como mueren los que van 

más allá de su entelequia, 

los que abusan, estiran, 

atentan, rompen, violan 

las últimas frases de los libros. 

Como mueren los que dan 

la espalda, los que niegan 

tres veces, antes de la sonata 

de los gallos, al dios que vela 

y se desvela en la etimología 

de tu nombre, pero no revela 

siquiera las huellas de la auriga 

que iban a parar donde 

se oculta la Diosa que desata 

la evidencia, donde todavía 

van a parar los pocos carteros 

que aún no hemos matado.

miércoles, 9 de mayo de 2012

La combustión latente en los desguaces




La esencia del fuego no es 

un Cadillac ardiendo en la cuneta, 

tampoco dos cuerpos 

calcinados en los asientos traseros. 

Más bien se parece a las cicatrices 

que decoran mis manos 

cuando se olvidan de mí 

tus manos llenas de quemaduras.

viernes, 4 de mayo de 2012

La naturaleza toma conciencia en el espíritu



La piel de los párpados es un manto fino 

por el que siempre cruzan 

las sombras de la noche. 

Sombras que caen en los pozos 

dilatados e inquietos, como perros en mitad 

de una tormenta, que intentan reducir los iris. 



Tocan las paredes con el eco 

de su impacto contra el fondo seco, 

como tocan las piedras lisas 

las superficies de los lagos, en cuatro roces, 

que suman el cuarto toque en la campana 

que rinde luto al antojo de las cuatro en los relojes. 



En la cerca de los ojos, amanecen ejecutadas 

las pestañas, como el cadáver que cuelga 

de las ramas olvidadas de un olivo sin vida. 

Las ojeras son las huellas del ejército de Atila, 

los vestigios de los duelos y la vela por unas raíces 

que carecen de los pesares de la muerte.